En un nuevo marco conmemorativo del día de la mujer, la Coordinadora Feminista 8 de Marzo incluyó por primera vez en su llamado a la participación de las disidencias sexuales en la marcha nacional de forma explícita, esto bajo la consigna: Marcha de las y les que luchan. El reconocimiento de las distintas identidades ha tomado un papel sumamente relevante con respecto a las demandas sociales aquejadas en el último periodo. Sin embargo, hay que enfatizar en que existe una insuficiencia de papeles que no han sido delimitados o acabados si realizamos una analogía respecto a las necesidades de la sociedad actual como también a la tendencia cuestionadora y rupturista que buscamos lograr bajo la praxis de un proceso socializador.
Históricamente la cultura patriarcal ha sido reproducida y fomentada por diversos organismos, instituciones sociales y patrones conductuales que siguen legitimando las relaciones de poder establecidas en cuanto al género hasta el día de hoy.
Nuestra sociedad se ha caracterizado desde tiempos inmemoriales por el machismo que la impregna, siendo un claro ejemplo de ello la educación impartida en el país. El sistema educativo chileno ha sido uno de los principales actores, tanto dentro como fuera del aula, en fomentar los roles de género, y en seguir propiciando y avalando el sistema patriarcal. No es tan solo qué es lo que se enseña en las aulas desde la educación primaria hasta incluso la superior, sino que también es como se está enseñando lo que ha ayudado a que nos veamos inmersos en estas relaciones de poder.
Durante las primeras etapas de nuestra formación nos visualizamos bajo un acotado espectro de posibilidades que nos enmarca el binarismo. Con esto, entendemos que las verdades incuestionables confeccionadas desde esta mirada de la naturaleza buscan reducir todo ámbito de cosas a su aspecto más lógico y general. Si tiene pene es hombre y si tiene vulva es mujer, sin embargo: ¿es tan fácil reducir realidades así de complejas, como la sexualidad de las personas, en tan solo dos categorías universales?
Sobre lo anterior, la teorización de ciertas problemáticas relacionadas con la intromisión de parámetros, científicos y morales, dentro del cuerpo humano ha permitido el surgimiento de la Teoría Queer, la cual se encargó de romper con aquellos paradigmas incuestionables cifrados en, por una parte, la heteronorma y, por otra parte, el binarismo.
El conflicto con los límites modernos dentro de la realidad e interioridad de las personas y la negación de un pleno desarrollo de la personalidad e identidad puesto que los preceptos de la sociedad, obligan a los sujetos a actuar bajo las concepciones del binarismo: ser esto o aquello, a ser normal o anormal, hombre o mujer, heterosexual u homosexual. Es por esto, que solucionar el problema de las identidades no radica en aumentar las categorías sexuales en donde la gente se pueda encasillar, sino eliminar el intento de aplicar ciencia y lógica en la sexualidad humana.
Desde este punto de vista, es necesario cuestionar el trabajo del sistema educativo en cuanto a la formación y perpetuación de estas limitaciones del ser y del cuerpo, cuestionar cómo el trabajo de las profesoras y los profesores en el aula reafirman el concepto de la normalidad, excluyendo todo lo que se aleje de sus condiciones. Es por esto, que los esfuerzos deben guiarse hacia una educación transgresora que permita la construcción de zonas alternativas de identificación a través de la erradicación de la normalización, exclusión y clasificación de las personas desde su infancia.
La educación formal, impartida en las escuelas o centros educacionales, es y ha sido la encargada de formar la identidad de los sujetos, es aquí donde las niñas y los niños interiorizan las conductas y los valores fomentados por el sistema imperante.
El sistema educativo es un espacio dentro del cual se reproducen las relaciones sociales, influyendo en la adquisición de conocimientos, en la construcción de identidades y en las aspiraciones futuras de los y las estudiantes.
Si bien se han visto avances en cuanto a las problemáticas de género relacionadas con la educación, se siguen fomentando patrones culturales que reproducen los estereotipos y roles de género y, por consiguiente, la desigualdad e inequidad. Dentro de las instituciones educativas los y las niñas reciben tratos diferentes y son sancionados/as si no cumplen con los roles y estereotipos que la sociedad les impone. Por ende, el desigual desempeño en las diversas áreas del conocimiento influye en la construcción de orientaciones e identidades acerca de lo que se cree es “´propio de hombres” y “propio de mujeres”. Un claro ejemplo de cómo influyen estos estereotipos se ve reflejado en las orientaciones vocacionales que presentan los y las jóvenes, la feminización de ciertas carreras universitarias como Educación Parvulario o educación Diferencial, o la masculinización de carreras ligadas a las ciencias físicas y matemáticas, es la materialización de los ideales fomentados por el patriarcado.
Si bien Chile ha logrado disminuir la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres en cuanto al acceso a la educación, es posible observar cómo los resultados educativos, las carreras estereotipadas, la violencia de género, entre otros, son el ejemplo de cómo la desigualdad e inequidad de género siguen funcionando y siendo constantemente reproducidas por el modelo educativo. Es posible que las mujeres y las disidencias se sitúen dentro del sistema educacional, pero este no está pensando realmente en ellas.
La inclusión de la perspectiva de género dentro del currículum nacional es de reciente interés en las políticas educativas. En el contexto de la reforma educacional llevada a cabo en el segundo gobierno de Michelle Bachelet, el Mineduc creó la Unidad de Equidad y Género el año 2015 con el objetivo de promover esta perspectiva dentro de la agenda ministerial, para poder avanzar hacia una educación y desarrollo integral. Las medidas diseñadas por el Mineduc en el Plan 2015-2018 para abordar esta temática se tradujeron en promover y resguardar el uso del lenguaje inclusivo, formación continua de las y los docentes, mayor inclusión de las mujeres en el corpus, difusión de campañas que divulguen y hagan visibles las problemáticas de género, entre otras. Sin embargo, aunque esté dentro de sus promesas, es en la práctica en donde se observan los reales avances.
El año 2018 ocurrió en el país el llamado Mayo Feminista. Este movimiento partió de manera tímida en abril para explotar con euforia en mayo del mismo año, dejándose sentir el clamor de todas las mujeres y disidencias que salieron a la calle a dejar sus demandas claras, no solo se inundaron las calles con los miles de gritos, sino también las redes sociales y los medios de comunicación.
Si bien el movimiento se articuló por estudiantes universitarias se dejó sentir de manera transversal, estudiantes secundarias y familias enteras se movilizaron con diversas demandas que giraron en torno a la misma problemática, la de género. No fueron sólo los abusos sexuales callados por años, fue y sigue siendo todo un sistema educativo que promueve los ideales que tanto repudiamos. Estas masivas movilizaciones y tomas feministas ocurridas durante al año 2018 verifican que las políticas públicas y educacionales en cuanto a la temática de género han sido deficientes.
Es sabido que la labor de los y las docentes en la educación es primordial, pues está en manos de estos guiar el aprendizaje de los y las estudiantes dentro del aula. La educación no podría generarse adecuadamente con docentes que no estén debidamente preparados, cabe destacar que su labor gira entorno a los requerimientos y necesidades del sistema en el cual estamos inmersos. Es por esto por lo que las y los docentes juegan un rol importante en la reproducción de los roles y estereotipos de género.
Bajo esta misma lógica, es que también la problemática en la educación con respecto a la cuestión de género se hace aún más notoria cuando visibilizamos la bajísima esperanza de vida que tienen les personas trans que hoy en Latinoamérica se enmarca en los 35 años.
En el contexto chileno específicamente, les niñes trans se han visto profundamente afectades respecto a la paupérrima política de protección hacia su infancia. Desde esta cruda realidad es que la Fundación Selenna, organización comprometida con la infancia trans, se vio en la necesidad de crear en el año 2018 la Escuela Amaranta, la primera escuela autogestionada para niñas y niños trans que cerró su segundo semestre del 2019 con 65 estudiantes.
Las demandas que se exigen y necesitan hoy en día respecto a la educación no sexista, no solamente son válidas, sino que necesarias para todos los niveles de la educación, tanto en colegios y liceos como en las universidades. Se hace perentorio escuchar estas peticiones y llevarlas cuanto antes a la práctica para deconstruir eficientemente la educación.
Si bien en la actualidad el feminismo y sus ideales han sido puestos en la palestra del debate público, y por consiguiente traído pequeños cambios en variados ámbitos de la sociedad, aún falta un gran camino para que esta sea reformada totalmente hacia una más democrática y equitativa. Una educación no sexista debe ser aquella que sea consciente de que los procesos de enseñanza y aprendizaje están estrechamente relacionados con conceptos que resguarden las dimensiones sociales, políticas, afectivas y académicas de todas, todes y todos los menores y así, de esta forma, poder generar un cambio efectivo en los asuntos desiguales que fundamentan los preceptos de una sociedad machista y patriarcal.