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La vida se reduce a un minúsculo apartamento en el centro de la capital. Las consignas, la unión social, las miles de voces que, entonando el mismo canto de rabia popular, exigen la reivindicación de los derechos sociales… Nada de eso importa. Al menos para la televisión.

Y es que, detrás de todo el aparataje mediático de los canales de televisión, existe una decisión sistemática, donde, incluso, algunas estaciones han formalizado la polémica optativa bajo la excusa de protocolos de seguridad.

La noche del viernes 4 de octubre, apenas 2 semanas antes del inicio del estallido social, La directora de prensa de TVN, Marcela Abusleme, cruzó las puertas de una oficina ubicada al interior de las dependencias del autodenominado “Canal de Todos los Chilenos”.

Ahí, sentados en torno a una larga mesa, estaban todos los homólogos de Abusleme en representación de Canal 13, Mega, Chilevisión y CNN. Durante la noche, en secreto, mientras todas la ciudad descansaba, se llevó a cabo el pacto que lapidaría la cobertura periodística tal y como se conocía.

De esta forma, las principales emisoras llevaron a cabo un acuerdo para retirar a sus periodistas de manifestaciones masivas.

La determinación se tomó luego de que en la marcha por el medioambiente llamada Fridays for Future, profesionales pertenecientes a TVN y CNN fueran agredidos, situación de la cual las demás señales se valieron para llevar a cabo dicho acuerdo.

Tras dirimir y llegar a consenso, la tinta estaba lista para ser vertida sobre el papel, y formalizar todo en protocolos de seguridad para periodistas. Sin embargo, y sin previo aviso, las voces de millones de chilenos se alzaron en consignas, truncando la oficialización de dichas medidas ante la contingencia social.

No obstante, no porque no quedaran escritas, las órdenes simplemente desaparecieron, sino que se encuentran giradas en los mencionados departamentos de prensa.

Por esta misma razón es que no es raro ver cómo abundan las tomas desde los balcones cercanos a la Plaza de la Dignidad, o imágenes captadas con drones desde el aire. Esta medida acabó por sepultar la cobertura mediática que la televisión podía realizar sobre las masivas protestas en la Zona Cero, coartando la información y la libertad de acceso a esta a través de la TV, que, cabe mencionar, concentra el grueso de la audiencia en dichas señales.

Las instrucciones para los periodistas son sencillas. En detalle, según corroboraron profesionales que integran los equipos de prensa de las cinco estaciones, los puntos comunes son dos: Realizar tomas desde altura y alejarse de la masa de manifestantes.

En el caso de que exista la necesidad de realizar un móvil de prensa, el periodista debe alejarse de las aglomeraciones y realizarlo desde un lugar retirado. Si de todas formas decide “cubrir desde dentro”, debe hacerlo sin cámaras grandes o distintivos del canal al que pertenece.

Sin embargo, algunas estaciones han decidido ir incluso más lejos. En esta línea, conforme se constató con profesionales de Mega, un comunicado interno difundido entre los periodistas de la señal, se reconoce que estas acciones impactarían a la realidad que finalmente se mostrará, consignando que “evidentemente esto afectará las coberturas en términos de lo que veníamos realizando anteriormente, pero es lo que tenemos que hacer hoy para proteger nuestra integridad que es lo más relevante en estos momentos”, admitiendo que dichas normas no son nuevas, solo que han sido puestas por escrito, exponiendo así, el vínculo con la reunión de 4 de octubre.

Es decir, que mientras los periodistas de la prensa alternativa se despliegan frente a las armas y documentan los abusos cometidos por Carabineros, los grandes medios hegemónicos, simplemente, han optado por ignorar, por desinformar.

Casi como si fuera una declaración de principios por parte de los canales de televisión, la noche del 31 de diciembre, se llegó a un punto de inflexión respecto a este tópico.

El aire es denso, y la amenaza de una descontrolada arremetida por parte de la policía se cierne en los pensamientos de los presentes. Lentamente se gana terreno, y las calles se abren para ser ocupadas por miles de manifestantes que, en simbólica acción, han dedicado la noche de año nuevo para exigir sus derechos. Luego, a las 00:00 horas, los fuegos artificiales se reflejan en la retina de los asistentes. Mientras, frente a los ojos de los televidentes, son imágenes de viejas rutinas humorísticas o superficiales contenidos dedicados a la farándula, las que quedan grabadas. Aquella noche, un estudiante de medicina perdió la visión completa de un ojo y una reportera gráfica perdió el 80% de la visión de de su ojo izquierdo, ambos casos, producto de proyectiles disparados indiscriminadamente por efectivos de carabineros; pero para la televisión no ha pasado nada que merezca cobertura.

Sin embargo, que los medios pretendan esconder esta realidad y diluirla con espectáculos, no significa que eventualmente desaparece, y se configura como una afrenta grave a la democracia, al derecho de información y al rol fiscalizador del periodismo. Cuando los contenidos de redes sociales y de los medios hegemónicos se contraponen, este tipo de acciones deliberadas se hacen evidentes. Eventualmente, cada medio que dio la espalda a su pueblo, quedará expuesto, y la gente no los recordará por lo que han decidido emitir, sino más bien por lo que decidieron omitir.