Actualmente, en Estados Unidos se vive un efervescente momento de insurrección política contra el racismo. Esta ola de protestas que se organizan bajo el lema de “Black Lives Matter” (Las vidas negras importan) parte en Minneapolis, MN luego del asesinato de George Floyd, un hombre afroamericano, el 25 de mayo. Las protestas se expandieron rápidamente en el país, hasta llegar a ser noticia mundial y tema de discusión acá en Chile. Sin embargo, a pesar de la mucha atención que se le ha dado a la situación de la potencia internacional, relativamente poco se ha conversado sobre el racismo que existe en nuestro país, en particular hacia las personas afrochilenas o afrodescendientes.
Al hablar de racismo en Chile, recordamos por supuesto la muerte de Joanne Florvil, golpeada y asesinada por la policía chilena; Monise Joseph y Rebeca Pierre, asesinadas por la negligencia médica; Jean Ricot, asesinado por la mafia inmobiliaria luego del circo mediático que se armó en torno a las personas haitianas en la población Parinacota. Así como ellos, podemos recordar a muchas más víctimas del racismo anti-negritudes chileno – asesinados ya sea directamente por agentes del estado, por ciudadanos y ciudadanas no racializados, y por la negligencia de las instituciones sociales. Sin duda, nos encontramos en un sistema que perpetúa la opresión y el asesinato de las personas afrodescendientes que habitan el territorio chileno.
Comprendiendo el racismo chileno
Para mejor comprender el carácter sistémico del racismo chileno, y como lo vive y lo resiste la población afrodescendiente, nos acercamos a conversar con Wielka Aspedilla, activista de la colectiva Microsesiones Negras y de Negrada: Red de Mujeres Afrodiasporicas. Aspedilla es afrochilota y periodista de la Universidad de Santiago, trabajando en la promoción de la lectura en niños y niñas. Actualmente, Aspedilla cursa un Magíster de Literatura Chilena y Latinoamericana, para el cual trabaja una tesis desde el Feminismo Negro, y luego de terminar su magíster estará encaminada a estudiar un Doctorado en Estudios Afroamericanos en Estados Unidos a través de la beca Fulbright.
“A Chile no le gusta que lo llamen racista, pero lo es y no solidariza con las personas afro que son de este u otro territorio” afirma Apedilla, que además constata que no vio “a más de treinta personas en las velatones que se hicieron tras el asesinato de Joanne Florvil, Rebeca Pierre.” También pregunta: “¿Se habló de racismo después que Lorenza Cayuhan fuera obligada a parir engrillada?”
A pesar de esta invisibilización del racismo chileno, Aspedilla explica que “Chile es, lamentablemente, un país en extremo racista, al que le incomoda hablar del tema. El sistema educacional y la prensa contribuyen fuertemente a que sea así. Como mujeres afrochilenas, por ejemplo, hemos tenido que autoeducarnos respecto a las luchas de resistencia que ha habido en los distintos territorios de la diáspora. Hemos tenido que elegir el camino autodidacta porque a nosotras nos pasa por la piel, nos afecta cotidianamente, y necesitamos aprender las estructuras construidas detrás de ello. Esa necesidad no ocurre con todas las personas porque cada una está preocupada de su propia lucha. Pero es totalmente necesario reconocer esos orígenes que nos traen a este sistema neoliberal al que no le importa la vida de millones de personas.”
El racismo chileno se puede observar en nuestra cotidianidad : “El racismo es estructural entonces está impregnado en cada una de las instituciones que componen la sociedad. Desde los currículos educativos hasta la publicidad, pasando por los sistemas de salud y el lenguaje cotidiano: es tan común decir ‘tuve un día negro’ o ‘humor negro’, son pocas las personas que se lo cuestionan y cuando lo dices resulta que eres demasiado sensible y cosas por el estilo. Compañeros de curso que se burlan de otro porque es negro o negra, profesores o psicólogos que no ponen todo su esfuerzo en entender qué significa experimentar el racismo en la infancia y en terminar con aquello, personas que gritan en la calle que te devuelvas a tu país, que eres sucia, gente que invade el espacio personal tocándonos el pelo, personas que quieren vernos morir, que nos matan, que nos pegan, que tiran completos en la cara, periodistas que no son capaces de informarse sobre el racismo, profesores de universidad que desconocen el tema, gente que trabaja en salud que no tiene la conciencia, etc.”
El racismo se manifiesta también en la invisibilización de la presencia afrodescendiente o afrochilena en la historia del territorio: “En Chile se niega la presencia negra, pese a que siempre existió. Algunos historiadores han realizado un trabajo importante en ese sentido, pero no es suficiente.” Esto es particularmente notorio en el norte del país, siendo Arica la región con mayor presencia de población afrodescendiente en la época colonial, ya que muchas personas del continente africano fueron esclavizadas y traídas a trabajar el cultivo de algodón y la caña de azúcar en el Valle de Azapa. Aspedilla destaca la valiosa lucha del pueblo afroariqueño: “Es importante que los chilenos todos se enteren de la fuerza de las comunidades afroariqueñas, que han dado una lucha gigantesca y por eso desde el año pasado son reconocidos en Ley NÚM. 21.151 como pueblo afrodescendiente chileno.” Y, ¿por qué existe tal invisibilización? Según Aspedilla, esto remonta la identidad construida de la nación: “Esto remueve la construcción de lo que es la ‘raza chilena’, la desafía. Al igual que los pueblos originarios, los afrodescendientes tenemos una lucha de más de 500 años. Nuestra historia no comienza con la esclavitud, así como la de los indígenas no comienza con la colonización. Y todo ese conocimiento no forma parte del currículo nacional ¿por qué?”
Con respecto a la Ley número 21.151 que reconoce legalmente al pueblo afrodescendiente chileno, Aspedilla tiene preocupaciones importantes: “Una de mis mayores preocupaciones es que esa ley no reconoce a las personas afrochilenas que somos hijas/os de migrantes y que estamos siendo cada vez más en este territorio. La ley señala ‘Se entiende por afrodescendientes chilenos al grupo humano que, teniendo nacionalidad chilena en conformidad a la Constitución Política de la República, comparte la misma cultura, historia, costumbre, unidos por la conciencia de identidad y discurso antropológico, descendientes de la trata trasatlántica de esclavos africanos traídos al actual territorio nacional entre los siglos XVI y XIX’. Por lo tanto, pese que alguno de nuestros progenitores es descendiente de africanos esclavizados en otro territorio americano, que este país no nos reconozca por ley es un problema. En el futuro ¿Cómo van a ser tratados esos niños y niñas que nacieron aquí, que tienen padres afromigrantes, que se educan bajo el sistema chileno, que absorben toda la cultura nacional, que experimentan el racismo diariamente? Espero que esos niños y niñas no sean invisibilizados. Espero que los niños afrochilenos y afrodescendientes se encuentren un Chile menos racista. Esa es una de las principales razones por las que hago activismo antirracista, por los niños y niñas, no quiero que vivan lo que me ha tocado vivir a mí.”
Esta problemática que resalta Aspedilla no quita de ser particularmente importante en un contexto en el cual Chile ve una creciente población afrohaitiana – en 2017, 105 000 personas haitianas llegaron a Chile[1], en comparación con las 50 personas haitianas que vivían en el territorio chileno en el año 2005[2]. Para Aspedilla, este boom migratorio ha generado que se tenga un mayor conocimiento respecto a la historia de Haití pero también ha traído a la luz el racismo chileno: “la inmigración haitiana ha hecho que este país conozca un poco sobre la historia de la primera República Negra y su importancia en las narrativas contrahegemónicas. Sin embargo, eso no ha podido romper con los estereotipos que están tan arraigados en los imaginarios personales y colectivos. En Chile se conoce la nefasta participación de las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile desde el 2010 en la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití (MINUSTAH), donde violaron a mujeres dejando un saldo de al menos 265 niños y niñas. Cuando esa noticia circuló no vi a tanta gente manifestándose en contra ¿por qué? Conocido es el reciente caso de la cobertura realizada por la prensa respecto a los ciudadanos Haitianos en Quilicura, todas las instituciones desde la municipalidad hasta los medios de comunicación fueron racistas. Y en ese momento tampoco vimos el mismo nivel de apoyo a través de las redes sociales como el que hoy día se expresa.”
Importante es para Aspedilla recordar que el hecho de que muchos actos racistas son cometidos contra personas haitianas no les quita su carácter racista. “Racismo y Xenofobia son cosas distintas. Chile es terriblemente racista con sus pueblos originarios también. Así que ligar el racismo, en donde existen personas que se creen superiores a otras porque tienen la piel blanca, a la xenofobia que es no tolerar al extranjero no es lo mismo. Por ejemplo, Chile se derrite de amor frente a la migración de europeos, les llaman extranjeros, se enorgullece de su composición española, de los alemanes que invadieron el sur. Con esos extranjeros Chile no es xenófobo, pero con aquellas personas que migran de países latinoamericanos, a las que llaman migrantes, si lo son y coincide con que la mayoría tiene cuerpos racializados. Se unen las dos cosas. Pero a veces se elige hablar de xenofobia, cuando lo que prima es el racismo.”
La organización y la resistencia afrodescendiente en Chile
Aspedilla forma parte de la colectiva Microsesiones Negras. “Microsesiones Negras […] tiene más de cuatro años de experiencia en la promoción de estrategias antirracistas y en la defensoría de los derechos de las mujeres negras. Todo bajo el alero del feminismo negro. En ella participamos mujeres de distinta parte de la diáspora africana que vemos la necesidad de instalar en el discurso nacional una perspectiva antirracista y feminista que ayude a desmantelar el racismo y el sexismo estructural.” Por supuesto, esta es lejos de la única organización de mujeres afrodescendientes. De hecho, Aspedilla participa de Negrada, y recuenta así su formación: “Durante este verano en conjunto con Negrocentricxs y otras mujeres autoconvocadas formamos Negrada: Red de Mujeres Afrodiásporicas, porque sabemos que trabajar unidas nos da mayores posibilidades de instalar nuestras voces.”
La experiencia de ser activista en espacios de y para mujeres afrodescendientes ha sido netamente positiva para Aspedilla: “Desde que soy parte de una colectiva me he dado cuenta que los espacios seguros son aquellos entre mujeres negras. No se trata tampoco de romantizar, y eso no significa que puedas resistir el racismo con cualquier mujer negra o afrodescendiente, pero vas encontrando ese espacio, compartes experiencias en común que vives solo por ser una mujer afrodescendiente, y que solo pueden ser absolutamente comprendidas por otra mujer afrodescendiente.” Aspedilla agrega que también ha compartido espacios de lucha antirracista “con las personas aliadas a las que no les incomoda hablar de racismo, que se han educado, que entienden y apoyan nuestra causa.”
Desafortunadamente, los espacios de organización y lucha afrodescendiente no se han visto ajenos a la coyuntura sanitaria que se vive en el mundo. “En esta situación de pandemia, que ha hecho tambalear la seguridad y el bienestar de algunas de nuestras compañeras, la colectiva Microsesiones Negras se tomó un tiempo de receso y autocuidado porque para nosotras, como mujeres negras y afrodescendientes, siempre es un desafío hacer activismo ya que no contamos con los recursos necesarios y la mayoría de las veces debemos redireccionar las solicitudes de ayuda que nos llegan a nuestros contactos. Como decía Audre Lorde ‘Cuidar de mí misma no es autocomplacencia, es autoconservación, y eso es un acto de guerra política’. Claro que nos gustaría estar preocupadas de iniciar campañas, construir discursos, educar y promover el antirracismo. Pero la pandemia ha dificultado nuestro campo de acción. Lo que no deja de ser frustrante porque vemos y vivimos cómo las opresiones nos afectan con mayor rapidez a las mujeres negras que, por toda la historia de nuestro pueblo, nos vemos situadas en las clases más bajas, cargando con el peso de las imágenes estereotipadas de nuestras cuerpas.” Sin embargo, Aspedilla resalta que Negrada y Negrocentricxs ambos siguen en acción aún en el contexto actual: “Negrada, la Red de Mujeres Afrodiásporicas y Negrocentricxs, han seguido activando, generando campañas de concientización y denunciando fuertemente ante organismos internacionales y en las redes sociales, el trabajo racista de la prensa en Chile y de las autoridades que gobiernan el país.”
Para Aspedilla, la pandemia del COVID-19 no es solamente un impedimento a la organización de algunos espacios de personas afrodescendientes, sino que es un momento clave que descubre y pone en relieve muchos de los problemas que vive gran parte de la población, y las causas de estas opresiones. “Esta pandemia agudiza y evidencia todos los problemas sociales de los cuales somos conscientes hace rato. A nivel mundial la desigualdad crece, las personas se empobrecen, los ricos se han más ricos, los sistemas de salud colapsan, aumenta el racismo, los gobiernos construyen políticas más represivas, crece la violencia del Estado, el acceso a la educación se vuelve más privilegiada aún porque necesitas un computador y conexión a internet, aumentan las deportaciones y los problemas de las personas migrantes, los políticos hacen el ridículo día a día, la prensa evidencia que es aliada de quiénes tienen el poder económico, aumentan las violencias hacia las mujeres. Todo lo que sabemos que está mal, ahora está muchísimo peor. Se precariza la vida. Se aleja la dignidad. Se impone el valor del dinero por sobre la vida. Pero aquellos que no queremos seguir viviendo así tenemos la oportunidad de pensar cómo organizarnos y cambiar esta forma.”
Tras el asesinato de George Floyd, Aspedilla cree que “la comunidad afroamericana nos está inspirando y enseñando a unirnos globalmente en contra de un sistema que no permite que las personas racializadas, las mujeres, la comunidad LGBTQ, las clases populares, las clases endeudadas y los adultos mayores puedan vivir dignamente.” En lo que compete específicamente a la lucha antirracista, Aspedilla le gustaría ver que la gente que “se ha visto movilizada a partir del asesinato de George Floyd y no antes” haga el trabajo de entender porque no se ha visto movilizada por anteriores actos de violencia racista, en Chile. Además, espera que “esta situación sea una oportunidad de aprendizaje y no solo una moda. Si es así y el antirracismo los interpela entonces las personas chilenas deberían autoeducarse. Existe material de sobra circulando: documentales, películas, series, libros, perfiles de colectivas, etc. Y paralelamente cuestionarse cuál es su relación con las personas negras, qué imaginario tienen y llegar a la raíz del racismo estructural.” Aspedilla considera que “los aliades son muy importantes, ojalá contáramos cada día con más de ellos”, y llama a potenciales aliados y aliadas blancos a iniciar procesos de autoeducación proactivamente, sin depender de personas racializadas para enseñarles: “Les recomendaría googlear cómo ser un aliade antirracista y seguir cada paso. Tiene que haber un mínimo de esfuerzo de su parte, no corresponde que nosotras estemos educándoles constantemente. El racismo es invención de la gente blanca. Cómo segundo paso les recomendaría seguir las redes sociales de las colectivas antes nombradas, porque la cobertura pasará, pero el racismo seguirá existiendo y nosotras seguiremos en nuestra lucha antirracista”.
Notas:
[1]https://www.cooperativa.cl/noticias/pais/poblacion/inmigrantes/mas-de-100-mil-haitianos-entraron-a-chile-en-2017/2018-01-13/113710.html
[2]https://web.archive.org/web/20160804090301/http://www.extranjeria.gob.cl/filesapp/censo__2002_.pdf